HACER LO QUE MÁS NOS GUSTA. WOODSTACO, ESCENARIO ENJAMBRE 2017

Por Matías Correa
“Festival Woodstaco: 9 años de amor por la música”, nueve años de realizar un festival que va superándose a sí mismo y el quinto en que Enjambre participa con un escenario, vamos creciendo en forma sostenida junto con todo lo que pasa en este gran encuentro musical. En cada nueva versión llega más gente, se esparce el rumor y todos quieren ser parte de este encuentro que se ha convertido en un hito central en la escena musical chilena actual. Cuatro escenarios en los rincones de su paisaje precordillerano que sirve de marco natural, la geografía de Montaña de Teno ayuda: una explanada: espacio abierto enmarcado por grandes árboles donde está Escenario Enjambre; detrás de un cerco natural de vegetación, en medio del bosque, está el Escenario Nexos; después habrá que tomar la bajada al río, unos 150 metros, para llegar a “Plaza Pichón”, ahí el camino se divide en el sendero que lleva a Blesstaco o el camino que va al Escenario Rock.
Al mediodía del viernes 13 de enero se abren las puertas, un buen número de personas que quieren entrar y que llevan varias noches esperando ingresan cargados de mochilas y la expectativa encendida de lo que vendrá. De las más bellas imágenes que pueden observarse es la fila interminable de personas por el camino cargados de sus carpas, ollas y muchos con guitarras que desde lo largo de Chile han venido a disfrutar. Tempraneros, escogen lugares con sombra y bien ubicados. Algunos bajan al río, otros cruzan el colorido túnel de madera y pañuelos, portal de la explanada donde ya hay decenas de carpas cerca del escenario: el año anterior podían verse algunas cerca de los bordes y este año estaba repletándose.
Una vez que inicia el festival todo el esfuerzo invertido se paga: iluminación y música sonando fuerte, euforia: una banda tras otra irán subiendo a nuestro escenario; en tres jornadas hasta el amanecer la música no se detendrá: un momento para la prueba de sonido y a la carga para derrochar su mejor energía: rock, jazz, cumbia, reggae, folclore, que el público ira aplaudiendo y agradeciendo en forma fiel. Incansable, el equipo de Colectivo Enjambre tomó varios meses preparando lo que serían estos tres días de amor por la música. Los acordes atronadores, las armonías tensas, las canciones de amor, el canto a la vida y a la rebeldía: 34 bandas, una tras otra, mostraban lo mejor de su trabajo. El público, que actúa en forma de feligrés acercándose a la más importante ceremonia así lo entendió. Momentos de locura, espacio para éxtasis y la belleza, todo con un hilo conductor musical que llevaba de luz y oscuridad, de baile y contemplación: fuerzas opuestas que comparten tiempo y lugar aquí. Solo para disfrutar.
Esto fue resultado de un trabajo arduo: fueron cerca de 350 los proyectos musicales que postularon, el equipo del Colectivo estuvo varias semanas escuchando las propuestas para encontrar y seleccionar los que se vincularan con el espíritu del escenario. Viajar algunas semanas antes a tantear nuevamente el terreno, ver como se vienen las cosas para esta nueva edición, llegar una semana antes a preparar todo: limpiar, montar escenario, escenografía e iluminación, levantar mallas y hacer la instalación eléctrica, preparar el backstage, la señalética y acondicionar el espacio que serviría de bodega. A grandes rasgos el trabajo de varios días y de muchas manos. Los tiempos alcanzaron, ese viernes el lugar estaba precioso.
Entonces ocurrió lo que todos esperábamos: a las 20 hrs partió la música con Zoi: en formato duo, la música inició con el evocador sonido de choque de piedras y ruidos de pajaritos hechos con bambu y otros que fueron dando paso en forma sutil a canciones acompañadas de guitarra y percusiones afro. Le siguió la genialidad de Golosa La Orquesta que con su puesta en escena nos acercó al imaginario del cabaret. Caía la noche y vino el turno de Colectivo Chasky que nos llevó a vivir la experiencia única con un cubo iluminado en medio del público: en medio de proyecciones de los pueblos originarios dos actrices conduciéndonos entre estremecedoras voces grabadas de primera fuente que relataban penurias y abusos sufridos por los pueblos conquistados, cuadro que completaban los músicos sobre el escenario que hacían de banda sonora. Después Pelusa que levantó la fiesta y encendió los ánimos, la explanada estaba totalmente llena, Yanawalka nos hizo bailar al ritmo de su fresco reggae y Banda Bándalo nos llevó de paseo por los sonidos de nuestro norte mezclando armonías y ritmos andinos con tintes de jazz, reggae y sabor tropical. Ya la fiesta estaba declarada y entró con todo la cumbia psicodélica de Ocho Monos; después vendría toda la buena onda, la alegría y la fiesta de Algo Bueno Pa’l Corazón. Llegó de lleno el turno del rock: Engrupid Pipol entró a la cancha derrochando maestría instrumental, Horror cumplió a cabalidad su cometido, los locos de Rars dejaron arriba a todos los desordenados que acto seguido recibieron la fuerza en vivo de Bestiario, a esa altura nadie quería irse a dormir. Eran cerca de las 6.30 am y había concluido la primera jornada del festival. Al medio día seguiría la música en Escenario Enjambre.
El sábado amaneció con entusiasmo, durante la mañana desde distintos lugares, entre árboles y carpas, se escuchaban guitarras sonar, los que seguían festejando de la noche anterior y quienes se levantaban se cruzaban. Un paseo por el espacio, comer algo rico, una fruta, tomar un jugo u otro producto disponible entre los locales dispuestos en puntos estratégicos.La alegría era el sentimiento más compartido. No habría que demorarse, el show parte puntual al mediodía y así fue. El público apostado a un costado del escenario con sus carpas, decenas de ellas: se anunciaba un día caluroso y los presentes solo esperaban que se reiniciara la música.
Tomás González abrió el segundo día de música, acompañado de un percusionista mostró su repertorio en formato íntimo, logrando la atención de los presentes con el refinamiento de su trabajo. Doctor Pez acompañado de su guitarra logró ese efecto hipnótico que tiene al interpretar sus canciones urgentes. Le siguió La Canto Molina, proyecto musical liderado por Daniel Canto (DRPYP) que reúne a un grupo de músicos de Chile y Argentina, ejecución impecable y aplausos para ellos. Paralisis del Sueño era parte de los cupos externos que habría el colectivo para postular al escenario, y si, muy buena elección: con un rock muy bien ejecutado, afiatado en los detalles, nos llevó a percibir su buen trabajo; Don Gavino nos trajo su descarga de folk rock de impecable ejecución e interesantes arreglos generando entusiasmo entre de los presentes, movilizándo baile a pesar de que a esa hora ya el sol comenzaba a picar fuerte sobre el escenario; después nuestro turno: Matías Correa y La Banda del Profesor D., a diferencia del año pasado dejamos el negro para subir en traje de baño y esta vez en formato acústico sumando a Jorge Gallardo (de los históricos Tuyona) en acordeón; con ritmos que combinan la raíz folclórica con el rock en estado puro vimos como salían a bailar muchos de los presentes que hicieron caso omiso del calor para entregarse al ritmo, mención aparte el borrachito con pandereta que saltaba entusiasmado. Incal puso la fuerza del grunge a la tarde del sábado mostrando su impecable nuevo trabajo, la fiesta

continuó con la especial mezcla de ritmos y de estilos que hace la minga: de la canción nueva al hip hop en un refinamiento que da el oficio. Después fue el turno de De Reyes Príncipes y Populachos (DRPYP), esperada reunión anunciada para esta fecha, contagiando sus ritmos y alegría traídos del norte con su mensaje de cambio que se escuchaba corear entre el público. Durante la actuación de estos fue que Peters (lo llamaremos así) se subió al escenario totalmente desnudo, para no entrar en detalles, podemos decir que el hombre estaba fuera de sí y después de un espectáculo que pasó de la risa a lo patético: finalmente fue amarrado y llevado a enfermería. Pese a esto DRPYP dio un show que entusiasmó por el reencuentro y la frescura de su trabajo, el que ya conocido y querido por todos se siente como nuevo. La música siguió con el impecable trabajo y la atractiva puesta en escena de Sube. Fue el turno de Fósil, ya los ánimos comenzaron a encenderse más: la noche cayó y su potente rock andino se tomaba la explanada. Después vino el turno de Mediabanda, cortando cabezas con sus armonías delirantes y jazz rock impecablemente ejecutado. Atento Facuse hizo bailar a los presentes con su envolvente trance tropical; Seidú sacudió la explanada con su potencia y entrega. All Jazzera nos entregó bacilar jazz y hip hop fino, del mejor. El cierre de esta jornada estuvo a cargo de los Chin Chin Peteretes: todo el power de tres chin chineros en escena, acompañados de orquesta: cuecas, cumbias, un tremendo vacilón que resonó por todo el valle al sonido de los bombos: una bomba de energía, al cierre nadie quería dormir, el público pedía más.
La noche continuó con esa electricidad que había en el aire: en la explanada se divisaban grupos reunidos en torno a guitarras que sonaban fuertes hasta el amanecer, el alba fue el momento en que se formó la clásica pichanga de los valientes. Ya se estaban levantando quienes si durmieron, quedaba el último día de festival, la última jornada de música. Escenario Enjambre se abriría nuevamente al mediodía. Caminar, bañarse en las duchas ecológicas construidas sobre el río, comer algo en algunos de los puestos, saludar amigos, el sol ya estaba arriba y era hora de comenzar.
Leri Lira fue el encargado de abrir la última jornada de Escenario Enjambre: su jazz vital y luminoso llenaba todos los rincones con alegría. A continuación fue el momento de Azabache, funk y hip hop a la vena, alegría y movimiento. Delia Valdebenito fue puro refinamiento en una ejecución impecable. Chini y The Technicians nos enseñaron de su buen rock y de su consolidado trabajo. Thiago Lyra nos trajo un pedazo de Brasil, con ritmos contagiosos y alegres que con un sonido acústico no llevaron a todos a bailar.
Ya se estaba acabando Woodstaco, pero la experiencia iba en ascenso y nadie quería irse. Anzestro & The Sastre fueron quienes cerraron el pacto musical de este año con hip hop fuerte, prendido, cerrábamos así la versión 2017 de Escenario Enjambre en Woodstaco a todo ritmo, bailando con las manos arriba.
Eran las 18 hrs y el público a desarmaba sus carpas y partía con la sensación de haber vivido una experiencia única, la verdadera cumbre del rock dicen por ahí. Es posible. Tan bello fue verlos llegar con todo el entusiasmo y energía, ahora verlos partir con los ojos alucinados y las ganas de volver el próximo año. Este año la organización contabilizó cuatro mil personas que llegaron comprando su entrada y mil personas entre staff e invitados.
La siguiente jornada fue de volver todo a la normalidad; limpiar, desmontar guardar, ya la explanada estaba vacía, algo había quedado en el aire, algo que se iba con nosotros y que tenía que ver con el trabajo realizado, con lo logrado entre todos. Esta nueva versión de Woodstaco había concluido, sentimos que estábamos en armonía y conexión con el entorno al igual que nuestro escenario había estado en armonía con los otros tres escenarios del festival: más de 110 proyectos musicales llenaron de luz, energía y electricidad los diferentes rincones de Montaña de Teno. Palabras mayores para un fin de semana haciendo lo que más nos gusta.

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