DANIELA PIZARRO: LA NIÑA QUE CONQUISTÓ A NICANOR
Por Matías Correa D.
Amanda Durán es el seudónimo de Daniela Pizarro quien, a sus 23 años, es figura clave en la poesía nacional emergente.
A la interrogante de ‘‘¿Por qué Amanda?’’ sonríe, se le encienden los ojos al recordar: ‘‘De chica era bien revolucionaria, queríamos cambiar el mundo. Era por ‹‹Te recuerdo Amanda››, una cosa bien infantil’’. Pero al explicar el por qué de Durán, su voz se hace más suave: ‘‘Es el apellido de mi abuelo que es mi padre en la poesía: me hizo creerme poeta y creer que yo podía hacer algo con eso’’.
Y cómo sería el estímulo que su primer libro lo publicó a los doce años. Se llamó ‘‘Zona Primavera’’, lo firmó con su nombre, Daniela Pizarro, y fue prologado nada menos que por Nicanor Parra. Cuenta que en ese momento le preguntaron: ‘‘¿Quién quieres que te prologue el libro?’’, y ella ‘‘niña descarada’’, dijo: ‘‘Nicanor Parra’’.
—¿Cómo llegaste a Nicanor?
—Le escribí una carta y después lo llamé por teléfono. Él me llamó de vuelta y me dijo que fuera a buscar un dibujo que me había hecho. Me invitó a tomar una once, que hizo la Colombina, y cuando llegué me dijo: ‘‘No había leído los poemas, ahora los leí y me gustaron, así es que te escribí el prólogo’’.
Cuenta que se sintió ‘‘toda cocoroca’’ al escuchar estas palabras y recuerda que fue ‘‘alucinante’’ todo el proceso de lanzamiento.
El dibujo está en el libro, es un corazón al estilo de los artefactos de Parra, y el prólogo es una poesía que empieza diciendo: ‘‘Adelante Daniela / mejor negocio de la poesía no hay / se pierde el tiempo miserablemente / pero se ganan millones de dólares’’.
—Sí, un par de veces, pero no con exclusividad... fue un momento. Por suerte me reconoció. Recuerda mi poesía. La última vez que lo vi le hablé de que le iba a mandar más poemas y fue asertivo, muy agradable.
Desde esa precoz publicación han pasado doce años. Daniela estudió un año en la prestigiosa escuela de mimograma de Marcel Marceau, en París, participó activamente en la compañía Teatro del Silencio, a la cual considera como ‘‘parte de su familia’’, ya que su padre ha sido escenógrafo y su madre productora de esta compañía. Hasta el año pasado condujo el programa literario ‘‘De Puño y Letra’’, en Radio Nuevo Mundo. De esta experiencia recuerda que ‘‘fue bellísimo: invitábamos escritores, abríamos micrófonos y la gente llamaba para opinar’’.
Firmando como Amanda Durán sus textos han aparecido en algunas antologías y este año forma parte de ‘‘Mujeres al Desnudo’’ y ‘‘Entre Valparaíso y La Habana’’, que están por publicarse.
—¿Por qué crees que te eligen para formar parte de las antologías?
—Tendría que tener mucho ego para contestar. Para mí es una cosa de trabajo, estar presente. Uno deja de crear si es que le deja de interesar aparecer, a mí me interesa porque creo que hay cosas que tengo que decir.
Define su poesía como ‘‘erótica, de carácter intimista y tanatológica’’. Pero más allá de las definiciones teóricas, que pueden resultar complejas, sus versos tienen una fuerza abrumadora: ‘‘A esa casa corren epitafios como cucarachas / sobre todo porque el sol no cabe por las ventanas / o lo asusta mi gato / he visto a mi padre muerto tantas veces / y he visto a mi hermana / mi madre dibuja hijos en los techos de estas tumbas’’
Este fragmento pertenece a ‘‘Relamidas’’, trabajo que está preparando y que, en rigor, es su segundo libro, pero el primero como Amanda Durán. Sobre este trabajo ella siente que ‘‘es un poco fijación oral. Antes se hubiera llamado así pero la Shakira sacó ese disco antes... me copió (ríe de buena gana). En este libro hay mucho de la Daniela que se desprende... ‹‹Relamidas›› es algo así como cuando los gatos se limpian antes de seguir adelante, y es algo que yo necesitaba hacerme. Cambiar la piel’’.
—En este libro tiene que haber mucho de tu reciente maternidad.
—Sí, mi vida cambió, ahora soy mamá, y mi poesía también: empezó a salir mi hijo en ella. Quiero mostrarle que hay algo bueno acá, que no lo traje a un lugar tan malo: que puede ser feliz y eso es lo que quiero para él.
Daniela se toma su tiempo y arremete de manera dulce pero firme: ‘‘Además, creo que se puede hacer poesía social que no sea panfletaria. Todos vivimos en sociedad y nos relacionamos, y al estar hablando de las cosas que hacemos, de las cosas que sentimos, estamos haciendo poesía social’’.
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