ODA AL LOS VIEJOS SONIDOS EN LA MICRO
A fines del año 2006, cuando en los descuentos para la puesta en marcha del Transantiago en el subterráneo del Ministerio de Educación, a pasos del Palacio de La Moneda, se llevaba a cabo un curioso casting: una larga fila de músicos y artistas populares presentaba un corto repertorio con objeto de obtener acreditación y así seguir subiéndose a cantar en las micros. Seguramente se recordará los sucesos acaecidos un poco antes cuando un numeroso grupo de estos de estos cultores populares bloquearon el paso de la principal arteria capitalina y ante la presencia de carabineros se subieron a los andamios de señalética, colgando los pies sobre el tránsito, con sus instrumentos porque el nuevo sistema de transportes los dejaría afuera. Una cosa llevó a la otra y, aunque escribo al revés los hechos y sin detalles, esa fue la historia.
Finalmente algo así como los dos tercios de los audicionados quedaron seleccionados. Por lo menos así se me señaló cuando pregunté. Entre ellos hay quienes llevan una vida tocando en locomoción colectiva otros que se han iniciado hace poco; incluso hay artistas que tienen una carrera reconocida, que han grabado discos y otros que se han presentado sobre el escenario del Festival de la Canción de Viña del Mar en la competencia folklórica. Hay quienes, por otro lado, no se presentaron a este casting y siguen cantando en la “clandestinidad”. Razones tienen para esto que, para no inventarlas, hay que señalar que son de ellos pero, claro, más de alguno contesto que "es ridículo: que hagan un casting para la televisión pero para subirse a cantar a la micro... ¡Nooo! ¡Es como mucho!".
(Dato interesante: quienes iniciaron esta actividad fueron nada menos que unos muy jóvenes hermanos Parra: Violeta, Roberto, Hilda y Lalo. Esto ocurrió a principios de los '40 y lo hacían cantando en la líneas de tranvía con un repertorio, entiendo, compuesto por canciones españolas de moda. Más tarde estos hermanos llegarían al arte que los consagró y hoy son el gran orgullo de muchos cantores populares.)
Lo anterior lo cuento porque al conversar en esa ocasión con algunos de estos músicos populares me explicaban que “el único momento del día en que el chileno escucha su propia música es cuando se sube a la micro”. Dato fiel a la realidad cuando artista subía con su charango y quena o interpretaba en su guitarra los seis octavos de una cueca. Algunos usuarios responderían que es “de manera obligada”. Ok, no entraré en esta discusión pero vale la pena señalarla. Aunque igual, y esto lo digo a título personal, el camino se hace más largo en silencio: guste o no guste la canción e interpretación que nos toque camino a nuestro destino es una buena distracción.
En las micros amarillas, antes también, el conductor podía prender la radio a un volumen decente y “siempre que ningún pasajero se oponga”; como explicaba la calcomanía de rigor con un artículo de la ley de transito de varios dígitos (al lado del "Prohibido fumar" de una ley de similar cifra). Si bien la música que el chofer escogía rara vez se acercaba a nuestras raíces y muchas veces se acercaba al caribe, México, canciones románticas o a la moda de turno. Eso si, y no hay que negarlo, en estos trayectos uno se podía poner al día.
Una vez tomé la micro en dirección a la Plaza de Armas y el chofer escuchaba un cassette con música de Los Prisioneros y otros íconos del rock latino. El viaje se me hizo corto. Lo curioso es que al tomar locomoción de vuelta me subí al mismo vehículo y escuché las mismas canciones. Tal vez no tan curioso pero recuerdo bien ese día. Por algo será. Lo que si sé es que ese chofer iba escuchando la música que le hacía más pasajero su trabajo.
Hoy en día el conductor mantiene, la mayor parte de las veces, la radio apagada y cada vez son menos los artistas que se suben. Muchos estarán agradecidos, pero se hecha de menos. Si bien la idea de que en la locomoción colectiva es lugar para oír nuestra música es una idea que se cae sola al recordar como los cantores escogen trovadores cubanos o baladas españolas para su repertorio, otros más osados cantan reggeatón y enfrentan a los pasajeros con un marginal rap de denuncia; aunque claro están los que interpretan a la Violeta o Illapu. Además es un hecho que hoy vamos tan apretados que apenas entraría alguien con su guitarra. Salvo en algunos horarios flojos, esto se hace imposible.
He de confesar que de el anterior sistema hecho de menos, además de la frecuencia y el espacio en el vehículo, a los cantores de guitarra o tambor e incluso a los payasos; para que decir de la radio del conductor. Si bien los músicos populares han buscado lugares donde mostrar lo suyo como el metro y esquinas de la ciudad y el chofer mantiene a raya la transistor de su máquina; sería bueno que todos los usuarios que recordamos de manera romántica aquellos viajes guitarreados nos subamos junto los artistas populares a los letreros en la Alameda. ¿Todo tiempo pasado fue mejor? ¡No! Hagamos un país mejor… O por lo menos más agradable la ciudad.
Comentarios
El único que rezongó fue un intelectual como tú, porque en su fuero de poeta no le cabían tales demostraciones.
Y qué, concuerdo con lo de miguel bosé, pero qué más da, prefiero eso a estar esperando el metro hediondo y odioso sin ningún tipo de distracción.