HORACIO SALINAS: "UNO LA ESCUCHABA Y DECÍA: YO VOY A MARCHAR CON ELLA".

Por Matías Correa
3 / 8 / 2006 12:00 horas
Puedo equivocarme, pero me parece que Inti-Illimani es el grupo que ha recreado más canciones de Violeta Parra en Chile hasta hoy día.

Mira, yo creo que así... bueno, es una pregunta que se puede responder ocupando harto tiempo. Pero yo diría que en lo central, Violeta Parra es un personaje fundacional en la cultura en la cultura musical de Chile. O sea, a partir de Violeta Parra cambia completamente y radicalmente el concepto de lo folclórico, de la raíz folclórica, y el concepto de la música nacional por lo tanto. Por que ¿qué sucede? La música de raíz folclórica, la música popular, es parte de la cultura de un país que en la época de la Violeta Parra estaba circunscrita a aquel concepto que emanaban los conservatorios por un lado y la clase dirigente: los dueños del país.
En esos momentos la música popular es una música lejanamente considerada como patrimonio. No solo, sino que lo folclórico, aquello que se pretendió siempre que fuera nuestra identidad musical, estaba dada por aquella visión bucólica de los latifundistas. “El arroyito perfumado”... era eso. Era el paisaje de Chile sin su gente. Con Violeta Parra se introduce el ser humano, en los textos de las canciones, y sus conflictos.
Entonces se dice, con justa razón, los estudiosos que con Violeta Parra el centro de la preocupación del artista pasa a ser el otro. O sea, tú no le cantas a la china, en fin... no le cantas tampoco a la tranquera, al río Calle Calle y a los ojos y a mi amor que se va, sino que empieza la sensibilidad del artista a ser la situación humana de la gente.
Ahora, de cierto grupo de artistas porque, por ejemplo, Los Huasos Quincheros...

A no, ellos seguían... ellos son la música tradicional. Esa era la música que se entendía como chilena. Hasta el día de hoy, mucha gente dice “a no, lo chileno: dos corazones quisiera tener como las manos y los dos pies”. Entonces todo eso, con la Violeta Parra, pasa a ser ridículo; pasa a ser una poesía insulsa, te fijas: ¡Que dos corazones quisiera tener como las manos, la boca los piés! ¡Si quisiera tener al menos un corazón que palpite al ritmo de los dramas y de los dolores de la gente! Eso en primer lugar.
Ahora, en segundo lugar creo yo que con Violeta Parra se introduce algo muy importante que es esta necesidad de hacernos, los músicos chilenos, de Latinoamérica como una casa que nutre nuestra música. La Violeta Parra es la primera. Si tú escuchas la música de la Violeta Parra te vas a encontrar que “Volver a los 17” está tocado con el cuatro venezolano. Y eso, en términos simbólicos, es algo notable, ella nos dice; ella que era la más conocedora de la manera campesina de tocar la música en Colchagua, en Puerto Montt, en Chiloé: la gran conocedora del folclore, porque ella deambulaba por Chile, era una gitana. Bueno, ella de repente toma el cuatro, que no era un instrumento chileno, y hace una de las más bellas canciones chilenas. Después toma el charanga, que es un instrumento más propio de la cultura del altiplano; que integra el norte de Chile pero en realidad es el altiplano. Entonces ella toma eso y nos dice a todos sin decirlo. Dice: “Ah, es absolutamente legítimo para los músicos chilenos que nosotros nos valgamos de los instrumentos porque tenemos muy pocos acá”.
Destruye la ortodoxia y construye otra.

Construye claro, construye una... Pero, si te fijas un poco es una necesidad que surge de nuestra condición, de esta cosa austral, de vivir bastante alejados, de una isla.
Pero mira, algo muy parecido le sucedió a Neruda cuando hace “Alturas de Machu Pichu”. Le cantó como ningún peruano se lo habría imaginado. Entonces Violeta también, de alguna manera, hace lo mismo y eso se transforma después en algo clásico durante la Nueva Canción Chilena. Como el Inti-Illimani o el Quilapayún, que arman estos grupos, estas bandas, que son una síntesis de una cantidad importante de instrumentos latinoamericanos, y nosotros para expresarnos necesitamos tocar eso.
No solo. Los chilenos para expresarnos de repente necesitamos tocar una darbuka turca.
Ella también da inicio a una música más comprometida políticamente.

Bueno claro, el canto... por que ella nace en una década, o sea crece, madura en una década fundacional en todo el mundo. De rupturas. La década del nacimiento del hipismo, de la contestación del Mayo Francés, de la Revolución Cubana, de los beatnick. O sea, en la década del ’60 como que la humanidad dio vuelta la página y ya: vamos de otra manera, con otra música a seguir adelante.
Estaban abiertas todas las posibilidades.

Todas las posibilidades revolucionarias. Radicales. De cambios radicales. Y ahí sucede que, claro, nuestra música tradicional con la Violeta Parra da el traste con toda una concepción de lo popular y de la vida ligada a la identidad nuestra.
¿Por qué Inti-Illimani eligió esas las canciones?

Mira, yo no sé si somos el grupo que más hemos tocado canciones. Lo que pasa es que ahí surge una alianza nuestra con Luis Advis.
¿Para el “Canto para una semilla”?

Antes que eso. Disco “Autores Chilenos”. Entonces ahí tomamos “Run Run se fue pa’l norte” en un arreglo, en una concepción magistral de Luis Advis respecto de la Violeta que a juicio de Luis Advis era gran genio de la música chilena. Entonces se toma “Run Run”, “Volver a los 17”, “Corazón maldito”, y después nosotros tocamos “Arriba quemando el sol” y por ahí Patricio Manns hizo la “Exiliada del sur” con un texto de la Violeta, y después en el exilio los primeros años hicimos el “Galambito temucano”. No muchas canciones. Pero lo que sucede es que los arreglos de esas canciones constituyen también un modo fundacional de tratamiento de los instrumentos folclóricos que nosotros tocábamos por parte de Luis Advis.
“Run Run se fue pa’l norte”, me acuerdo de niño, por Inti-Illimani, significaba muchas cosas sin decirlas, sobre todo con Pinochet en el gobierno.

Claro, se fue pa’l norte. Claro, y yo creo que cuando uno la toca en Punta Arenas esa canción la gente la corea y adquiere toda una fascinación. Y tiene que ver, por que Run Run se fue pa’l norte es nostalgia de lo que se pierde, de lo que cambia. Esa es como cuando niño escuchábamos “Mambrú se fue a la guerra no sé cuando vendrá”, que producía especie de interrogación.
Pasando al otro tema que quería tocar, ¿Por qué Violeta no tiene el lugar que se merece en este país?

Por un motivo muy simple, que la cultura popular en este país es recién un aspecto importantísimo de la vida que empieza a ser considerado. Porque Este nunca ha sido un país democrático en términos de la cultura. Porque la cultura popular es peligrosa, digamos. Y luego nunca estuvo en el horizonte de los afectos de los que fueron dueños de este país.
El conservatorio de Música Nacional de Chile, donde yo estudié, es una especie de museo de la música europea. Fue construido cuando cultura era sinónimo de Europa.
Y hoy es sinónimo de Estados Unidos.

Hoy día no es tanto Estados Unidos, yo diría que sigue siendo Europa pero sigue siendo un concepto muy elitista. Yo no estoy en contra de que un músico se forme con la máxima cultura musical, el máximo conocimiento de lo que es la música no solo europea. Tenemos el deber de conocerla. Pero estas instituciones siempre subvaloraron, y siempre lo han hecho sobre todo en Latinoamérica, con algunas excepciones han subvalorado la cultura musical popular, la raíz popular, que es donde transita nuestra identidad. Lo que es un error muy grabe.
Cuando yo estudiaba en el conservatorio los instrumentos folclóricos estaban todos en los muros. No eran instrumentos para tomarlos y hacer música. Y si en una música, los directores de conservatorio decían “esa es una música menor”. Violeta Parra nunca fue objeto de estudio, y hasta el día de hoy no lo es siendo el personaje de la música chilena que yo creo que más profundamente nos habla de nuestra condición de chilenos.
Bueno, se han hecho estudios: el mismo Gastón Soublette...

Bueno, claro, Gastón tiene un libro que es muy bonito y fue un gran amante y un gran conocedor.
Fidel Sepúlveda, el profesor también, pero esa es gente en el ámbito de la estética no en ámbito de la...

Claro, no en el ámbito de la... claro.
Ahora, las arpilleras de Violeta Parra van a estar en la moneda... la gente que sabe, sabe; pero converso con alguna persona X y me dice ¿y por qué Violeta Parra? ¿Quién es? ¿Qué ha hecho? Incluso después de contar toda su historia, que llegó a exponer en el Louvre, la pregunta persiste: ¿Bueno, y?

¿Por qué se ha negado a nuestra memoria colectiva Violeta Parra?
¿Por qué? Por eso: porque la educación en Chile, la cultura ha promovido aquella parte que ha tenido un valor según este punto de vista que ha sido tremendamente antidemocrático. Hasta el día de hoy que nosotros, Chile, no ha reivindicado la gran genialidad de la Violeta Parra.
Imagínate los problemas que ha tenido ese museo para poder instalarse. En circunstancias que tu recorres el mundo, como lo hemos hecho nosotros con el Inti-Illimani, y te das cuenta que la única canción que se conoce de Chile es “Gracias a la vida”; y que se conoce mundialmente como una de las canciones más bellas que se han construido. Más importantes del Siglo XX, pero además más conocidas en el mundo.
Entonces, tú dices: claro, aquí hay un divorcio entre lo que nosotros entendemos por algo valioso y lo que el universo del mundo entiende como importante. Y eso sucede no solo con la Violeta, sucede con muchos artistas, y parte de este regreso a la democracia implica luchar por realmente trastocar esas prioridades que están completamente equivocadas.
Pablo Neruda y Gabriela Mistral están en un altar, Violeta Parra no está en ningún lado.

No está en ninguno y mira de Chile, yo creo, unas de las cosas más trascendentales son Neruda, la Mistral y la Violeta Parra. Pero es una música incómoda, porque es una música que denuncia, que delata, que agrede de repente a la gente, sobre todo a los ricos, sobre todo a los injustos. Entonces es un canto muy destemplado. No es como para comerse un asado escuchándola. Ni pa’ un rodeo de Los Andes ¡No! Es como el arte: el arte cuando más trascendental es cuando narra las peripecias de la gente. Sobre todo cuando narra estos desgarros humanos que son parte de nuestra historia y que pasan a través del arte de la música y de las canciones a ser cantado y reivindicados como una condición de nuestras vidas. Esa es la importancia de la Violeta.
Ahora, si tú dices más técnicamente, en la música ella es tremendamente revolucionaria. O sea, ella es genial, tiene cosa extraordinariamente geniales. “El Gavilán”, pero no sólo “El Gavilán”, yo creo que las canciones que... debe tener veinte canciones que son obras maestras de la música.
“Según el favor del viento” va cambiando tonalidades...

“Según el favor”... claro, y “Veintiuno son los dolores”; y tú escuchas de repente ¡Uf! “Arriba quemando el sol” que tiene una sola tonalidad.
Y va cambiando métricas también.

Métricas... y este desafío que tiene la Violeta de construir sus canciones en décimas que es una estructura... La Décima Espinela es bastante compleja digamos.
Según Gastón Soublette, Nicanor dice que es la forma más perfecta de hacer poesía.

Bueno, claro... imaginate.
¿Este lado político de la Violeta a ustedes les pesó a la hora de acercarse a su repertorio?

Nos pesó, claro. Nos pesó en la medida en que nosotros veíamos... y te hablo de... Yo escuché a la Violeta Parra por primera vez el año ’64. Compraron en mi casa un disco de ella que se llamaba “Toda Violeta Parra”, un disco de la EMI que era muy bonito, era como un volantín. Tenía cuatro cuadrados, era en blanco y negro, y ahí escuché yo por primera vez “la Chillaneja”, unas tonadas muy lindas y me di cuenta, me impactó muchísimo, yo era un niño de trece años pero me impactó mucho su canto, me sobrecogió, y me encantaba como tocaba la guitarra ella. Tocaba muy bien, tocaba una guitarra flamenca muy bonita. Entonces yo me di cuenta que, claro, junto con esta manera de cantar muy seductora, y de una gran poesía y una gran música, había un personaje que tenía una militancia política, que optaba en esa década en que era muy importante optar. Y donde la vanguardia de la gente que en todos los aspectos del arte era gente comprometida y de izquierda. Y eso entonces, uno decía, claro: “yo voy a marchar con ella”.
Era un líder natural.

Claro, era un liderazgo... musical. Ella era una persona bastante arisca, digamos, seguramente... yo no la conocí personalmente. Recuerdo haberla saludado una vez pero no la conocí ni tampoco creo que me haya conocido. Menos al Inti-Illimani, porque nosotros nos formamos a los meses que ella murió. Pero ella era fascinante, su arte era fascinante. Que es lo más importante finalmente, independiente que se diga que ella era una persona hosca, en fin, mal genio... muy gitana.
Era terrible parece.

Terrible, bueno. Era como dice Nicanor: “un corderillo con piel de lobo”.
¿Esto de la guitarra española, flamenca?

Ella tocaba una guitarra flamenca. En su época, con su hermana cantaban sevillanas. Eso es bonito, la Isabel te puede contar mucho de eso porque ellas bailaban sevillanas.
¿Y cómo se le nota eso en la guitarra?

Porque tiene una técnica muy depurada, un toque, un touch como se dice ahora, muy lindo. Sobre todo en ese disco que se llama “Toda Violeta Parra”. Seguramente está desperdigado en varios discos. Donde está “La Chillaneja”, está “El hijo guerrillero”... (cantando) “quisiera tener un hijo, brillante como un clavel, ligero como los vientos, para llamarle Manuel. Quiero un hijo guerrillero que la sepa defender”... esa es la letra.
Manuel es Manuel Rodríguez.

Manuel Rodríguez claro. Canciones de los años ’60. Bueno, en todas sus canciones y ahí, particularmente en ese disco, toca con esta guitarra. Tiene una guitarra flamenca que yo recuerdo haberla tocado en casa del Ángel por ahí en el año ’68 o ’69. No sé que destino tuvo esa guitarra.
El guitarrón de la Violeta está todavía en la casa de Nicanor... pero está desmembrado...

Sí. Eso me contaba el Ángel, que estaba el guitarrón.
Ahora, yo creo que ella, la Violeta, es como Neruda, no sé, es como Nicanor, como Jorge Tellier. Personajes únicos de la cultura chilena. Entonces, lo que ellos nos han dicho perdurará y en el caso de la música de la Violeta seguramente va a perdurar por siglos y no me extraña en absoluto. O sea, si tú me preguntas ¿por qué hoy día los artistas, los jóvenes, hip hoperos, tocan y escuchan a la Violeta con devoción? Bueno, por que ellos ven en la Violeta una artista de trascendencia y, tal vez, de las pocas que nos habla desde el alma de Chile. Pero es un alma compleja. No es el alma, esta alma un poco light a la que estábamos acostumbrados. Entonces eso habla del valor de la Violeta y, de alguna manera, habla de como la Nueva Canción Chilena ha constituido un fenómeno bastante revolucionario en la música.
Entonces, hoy día talvez los artistas que éramos de la Nueva Canción Chilena, y con mucho honor, fuimos y dijimos lo que tuvimos que decir, hoy día la potencia de ese rol lo tienen otras expresiones artísticas. La tiene el rock, la tiene el hip hop: yo escucho a Makiza y digo: “estos cabros son puntúos, son...” O sea yo veo un poco ahí el fenómeno de la Violeta, veo gente con mucha libertad expresiva. Con genialidades también. Pero hablando un lenguaje que es el lenguaje de la música popular contemporánea.
Me estaba acordando de una versión de Anita Tijoux de “Santiago penando estás”. Y además hay una versión de “Miren como sonríen” en versión punk, y calza perfecto.

Una vez la Juanita Parra dijo que la Violeta es la más rockera de todos, por lo adelantada, y Los Bunkers la comparan con John Lennon.
Bueno, yo creo que la Violeta es incomparable. Te lo digo con todo el respeto que uno le tiene a John Lennon.
Mi pregunta va dirigida hacia otro lado. ¿Por qué estas nuevas generaciones tienen esta visión de ella?

Porque eso habla de la juventud de la obra de la Violeta. Ósea, a mi no extraña: yo hasta el día de hoy, que llevo cuarenta y cinco años escuchando a la Violeta, la escucho y descubro cosas de ellas y que no voy a terminar de conocerla. Escucho cosas que dice, como las dice musicalmente, es decir: me sorprende su obra.
Claro, tú tomas canciones de ella. Por ejemplo (cantando): “Paseaba el pueblo sus banderas tristes... lararara lara larara (subiendo de tono) lararara lara la larara..” O sea, todas incursiones que hacía en un canto narrativo musical muy vanguardista.
Muy disonante.

Disonante pero muy de vanguardia. Pero eso pasa, de repente es un poco Picasso ella, de repente se transforma en una artista que rompe el esquema y que dice cosas comprensibles. Eso es lo notable, porque podría también hablar en un lenguaje poético de imágenes abstractas. ¡No! Ella dice “al pan pan vino vino”, y lo dice utilizando mucha libertad, aspectos como geniales de su invención musical. Entonces no me extraña que alguien... Yo creo que a la Violeta Parra, un poco como a Neruda, como a Tellier, hay que estar leyéndolo siempre porque son un baúl de sorpresas y de un arte superior.
Por eso te digo: John Lennon, claro; pero aquí yo creo que estamos un poco en presencia de Van Gohg, estamos en presencia de artistas que han logrado relatar en su música y en sus canciones aspectos muy misteriosos de la vida humana y que como tal nos subyugan y siempre nos van a estar removiendo porque es una poesía trascendental. No se agota el día que tú la escuchas: tú la escuchaste y en realidad el sobrecogimiento tiene que ver con este estado maravilloso de ensanchamiento del alma en que uno queda, respecto de la condición humana, respecto de todo lo que cuenta en sus canciones.
“Paseaba el pueblo sus banderas rojas...” No es solo lánguida la letra si no la manera en que la canta y la música que le pone...

(Cantando) Lala lala lala lala... Claro, son cosas sorprendentes de ella, artísticamente maravillosas digamos. Y es muy a contra corriente de la frivolidad reinante hoy día, digamos. Por lo mismo los artistas jóvenes que son tremendamente generosos en ese sentido, y astutos claro, ven en ella un portento como lo vimos nosotros hace cuarenta años atrás, de la misma manera digamos.
Hay un disco de las anticuecas de la Violeta tocadas por su nieto, Ángel.

Si, lo tocó con mi guitarra.
¿Y usted hizo también las transcripciones? me parece.

No. Las transcripciones no, no son quien las hizo... creo que Rodolfo Norambuena, un profesor acá de esta escuela.
Bueno, esas obras de la Violeta ya son fuera de serie.

Claro porque, como “El Gavilán”, entra en un terreno de un lenguaje de un instrumento que es complicado como la guitarra, y como la guitarra clásica digamos, ella se sintió con esta libertad tan admirable de expresarse en campos que iban más allá de la tradición de la raíz folclórica. De repente es medio Bella Bartok. Esas anticuecas son motivos pequeños que ella los pasea y los estructura de una manera completamente nueva. Ya no es la forma canción: A-B-A; si no que son estructuras de más largo respiro.
Es muy bonito cuando en una décima por ahí se lamenta de no conocer la música, la escritura musical. Que en realidad es como una excusa tan tierna de parte de ella, es como un lamento tan tierno porque en realidad lo que ella hizo sin conocer las notas es cien mil veces más importante que lo que han hecho muchos de los que conocen las notas al revés y al derecho.
El arte, en lo esencial, en su parte más medular es absolutamente instintivo. A uno en el conservatorio no le enseñan a componer, no le enseñan a hacer cosas bonitas ni trascendentales. Uno aprende algunas técnicas. Pero si no vas al conservatorio no por eso vas a deja de ser músico. Y el caso, lo que la Violeta nos dice es que para hacer música trascendental, si tu quieres traspolar todo, no hay que pasar por el conservatorio.

Comentarios

Entradas populares